martes, 16 de agosto de 2016

Disparatado discurso

Onésimo Redondo (1905-1936),
ahora vuelve a la actualidad debido
al cambio de nombre que se producirá
en su pueblo natal tarde o temprano—
y su faceta que muchos desconocen.

Por ALFONSO LAZO

Es frecuente en la historiografía actual, cuando se estudia el fascismo español, conceder una mínima importancia a sus rasgos antijudíos. No obstante, textos y actitudes demuestran que el antisemitismo estuvo muy vivo en la Falange desde sus orígenes. José Antonio Primo de Ribera no fue antisemita, tampoco lo fue Ledesma Ramos; pero el tercero de los considerados fundadores del nacionalsindicalismo, Onésimo Redondo, demostró en su vida política un antisemitismo casi patológico.

Onésimo estaba convencido, contra toda evidencia, que la influencia judía seguía siendo enorme en España; que era la responsable de lo que él consideraba un crimen contra las mujeres decentes —la coeducación escolar—, y que la República significaba el retorno de las juderías masónicas y marxistas. Sobre estas ideas, llegó a elaborar una estremecedora filosofía de la Historia de España:

«España, como Hungría un tiempo, como Polonia, Grecia y hasta la Armenia y la Siria, es por la Geografía y por la Historia, una zona fronteriza entre los núcleos seculares de civilización, y las mansiones también seculares de la barbarie... Somos históricamente una "zona de frotamiento" entre lo civilizado y lo africano, entre lo ario y lo semita... Por eso se expulsó a la morisma, organizada en reinos, y luego a los semitas de Judá, y por fin a los africanos que quedaban: a los moriscos... Pero hoy aparece el peligro de la nueva africanización: el marxismo... Vedle florecer con toda su lozanía en las provincias del Sur, donde la sangre mora perdura en el subsuelo de la raza... El marxismo español, y más andaluz, toma pronto la tea incendiaria, proclama "la guerra santa" y penetra en los cortijos y las dehesas alentada por los semitas de Madrid.»

«En España la aniquilación del marxismo es la continuación de la historia nacional (pues) la victoria definitiva del marxismo sería la reafricanización de España, la victoria conjunta de los elementos semitas, judíos y moriscos conservados étnica o espiritualmente en la Península y en Europa.»

«Por eso ahora nos invaden los judíos expulsados de otras naciones. Por eso el poder marxista lanza miradas de ternura y protección a los hebreos del Norte de África» (El regreso de la barbarie; en JONS, mayo de 1933).

Semejante sarta de disparates no fue un hecho aislado dentro de nuestro fascismo doméstico. Iniciada la Guerra Civil, Falange, convertida en un enorme partido de masas, acentuó su antisemitismo. Hedilla, sucesor de José Antonio al frente del partido, declaró en agosto de 1936 que la obligación de todos los falangistas era perseguir al judaísmo junto con la masonería y el separatismo; mientras que en el primer diario que tuvo Falange, el Arriba España de Pamplona, en su primer número del 1 de agosto de 1936, y en su primera página, el director, un altisonante clérigo con el yugo y las flechas bordadas sobre la sotana, incitaba a la destrucción de periódicos y libros judíos.


Al parecer, no importaba lo más mínimo que en España no hubiese apenas comunidad judía y que ésta careciese de toda influencia social y económica; bastaban los impresos, las películas, la literatura o el arte, supuestamente en manos hebreas más allá de nuestras fronteras, para que la propaganda falangista durante la guerra achacase ésta a las maniobras secretas de la judería internacional.

«Un antisemitismo sin judíos»
LA AVENTURA DE LA HISTORIA
Número 5 – Marzo 1999

1 comentario:

KRATES dijo...

En 1934 escribia en su publicación de Valladolid (esto lo he estraido del libro Palomas de guerra de Paul Preston):

«¡Preparad las armas, aficionaros al chasquido de la pistola, acariciad el puñal, haceros inseparables de la estaca vindicativa! Donde haya un grupo antimarxista con la estaca, el puñal y la pistola o con instrumentos superiores, hay una JONS. La juventud debe ejercitarse en la lucha física, debe amar por sistema la violencia, debe armarse en lo que pueda y debe decidirse ya a acabar por cualquier medio con las pocas decenas de embaucadores marxistas que no nos dejan vivir.»

O en el libro del mismo Onésimo Redondo Ortega, publicado en 1939 (años después de su muerte), en El Estado Nacional dice:

«El problema de España no es hoy garantizar a todas las ideas y a todos los partidos el derecho de hacer política. Es cabalmente el de proscribir las ideologías y partidos que corrompen al pueblo, deshacen la economía y ponen en peligro la misma existencia de la nación.»

En 1936, al comienzo de la guerra civil (casi coincidiendo con su muerte), a su pueblo natal llegó, desde la capital, una columna de milicianos falangistas preparados y adoctrinados por este personaje, que arrestó a todos los «marxistas» del pueblo, entre ellos su alcalde socialista que fue fusilado al momento, siguiendo los preceptos de erradicación del marxismo —por todos los medios— de este país. Los represaliados eran también del pueblo, pero a día de hoy, el pueblo mantiene el nombre fascista que puso la dictadura. ¡Y no lo quieren cambiar! ¡¡¡VERGONZOSO!!!