lunes, 25 de noviembre de 2013

Siria. Demonización e izquierda

Por EDUARDO LUQUE

La guerra «humanitaria» llevada a cabo en Libia ha mostrado bien a las claras la manipulación perfectamente organizada que se efectúa desde departamentos expresamente creados para ello. Algo que vemos de nuevo repetido en el caso del conflicto sirio. Pero ni muchos intelectuales, ni en general la izquierda política, parecen darse cuenta plenamente de ello.

«A la rapiña, el asesinato y el robo los llaman por mal nombre
gobernar y donde crean un desierto, lo llaman paz.»
TÁCITO


La izquierda intelectual

Conseguir que alguien o algo represente el mal absoluto, es, en palabras de Diego Fusaro, un arduo trabajo de desinformación. El filósofo italiano define ese proceso como «la demonización preventiva». Cuando las potencias imperiales definen objetivos políticos o militares, las divisiones blindadas del pensamiento único se ponen en marcha. Todos los diarios, todas las transmisiones televisivas, las webs, ahora You-Tube o las redes sociales se utilizan en una campaña coordinada.

Como es un pensamiento totalitario, cuyo método es la manipulación organizada, ha de abarcar tanto a los medios de derechas como a los supuestamente de izquierdas; esto le otorga una pátina de legitimidad, neutralidad política y homogeneidad interclasista. La condición del mensaje es que ha de ser único y uniforme, sin matices ni discusiones. Hoy Siria y su presidente representan la esencia del mal absoluto; no hay matices, no hay análisis de contexto... Armas químicas, violación de los derechos humanos, dictadura, corrupción... son las acusaciones del coro mediático.

La industria de la propaganda cultural hace ya mucho que está en movimiento. Según los correos de Wikileaks es muy anterior al 2006. La campaña, minuciosamente organizada, pretende «formatear a la opinión pública» para crear las condiciones de una intervención humanitaria, sea ésta el «bombardeo humanitario» o la ayuda a los rebeldes. De poco sirve el razonamiento, la relación de las múltiples mentiras utilizadas, las pruebas que se acumulan desde fuentes neutrales… Al-Assad (el demonio sobre la tierra) ha utilizado contra su propio pueblo el gas sarín.

La demonización del gobierno sirio no alcanzaría tal preeminencia si no fuera por la aportación de algunos reconocidos intelectuales de la izquierda. Los ejemplos se multiplican. En un artículo titulado «Contra la intervención militar extranjera, apoyo a la revuelta popular siria» firmado por Gilbert Achcar y publicado en Rebelión el 09-09-2013, el antaño anti-imperialista, ahora dedicado a la justificación de las intervenciones militares en Libia o Siria, afirmaba:

«… Pero el hecho de que el régimen sirio posea armas químicas y los medios para lanzarlas (para montar un ataque con cohetes y artillería de gran envergadura, como ocurrió) está fuera de toda duda, como también lo está su disposición, al modo de un frío asesino en serie, a utilizarlas contra la población civil.»

Es el mismo personaje que en una intervención pública en Madrid, junto a Esther Vivas y Santiago Alba Rico, llegó a decir que la «OTAN había bombardeado poco en Libia». Santiago Alba Rico añadió, en aquella conferencia, que la «OTAN había salvado vidas» en ese país gracias a sus bombardeos. Este autor, que en el caso sirio parece imbuido sin duda del don de la profecía, escribía el 01-09-2013:

«La de los que pretenden que Bashar Al-Assad no ha usado armas químicas. Un asesino que bombardea y lanza misiles a su propia población, que tortura sistemáticamente a su pueblo y degüella a mujeres y niños, es sin duda capaz de arrojar gas sarín o cualquier otra sustancia letal sobre sus ciudadanos.»

Todo ello mucho antes de que los inspectores de la ONU certificaran que se había usado gas. El documento de la ONU se presentó el día 16-09-2013. Sus conclusiones: no sabemos quién utilizó el gas, ni siquiera dónde, ni cuántas víctimas hubo, ni siquiera sabemos por qué se manipularon las imágenes de los afectados. Las únicas pruebas sólidas presentadas, tanto procedentes de expertos rusos como de la misma población civil señalan a la «oposición al gobierno». Expertos en comunicación han demostrado que algunos de los niños que aparecen en los vídeos son en realidad las mismas personas en escenarios diferentes. Algunos niños «gaseados» en Ghouta habían sido previamente degollados; incluso algunos cadáveres llevaban en la muñeca la bandera nacional siria, no la colonial. John Kerry, secretario de Estado, presentó fotos de los cadáveres de la masacre de Ghouta a senadores y congresistas de EEUU. Las instantáneas se habían tomado en realidad hacía 13 años y correspondían a la matanza del ejército estadounidense en la guerra del Golfo, como denunció su autor Marco di Lauro. Estas mismas fotografías habían sido utilizadas por la BBC tres meses antes para ilustrar otra más de las masacres del gobierno sirio... Sin embargo, para los referidos escritores, todo esto carece de importancia. Con una capacidad de visualización más allá del tiempo y el espacio, ya han obtenido todas las respuestas, tienen todas las certezas.


Hay también reporteros que desde su neutralidad proporcionan otras visiones de la guerra en Siria. El reputado corresponsal de guerra Robert Fisk, autor entre otras cosas de La gran guerra por la civilización, y en absoluto proclive al régimen de Al-Assad describe en una de sus crónicas, recogidas por el diario Al-Manar, cómo el documento de más de 100 páginas analizando el ataque con gas en Ghouta y presentado en el Consejo de Seguridad por Rusia no ha sido publicado aún por la ONU; cómo las primeras sospechas de que los rebeldes habían obtenido gas tóxico de Occidente (específicamente de Arabia Saudí e introducido vía Jordania) han dejado de convertirse en hipótesis para tener amplios visos de verosimilitud. François Houtart, en un documento analítico publicado sobre la realidad siria llega a la misma conclusión.[1]

Hay casos de manipulación que son extraordinariamente burdos. Yassin Al-Hajj Saleh, refiriéndose a las manifestaciones contra el presidente Al-Assad en el verano del 2011, hace estas afirmaciones en un artículo publicado en Rebelión el 20-12-2011:

«Las protestas siguieron extendiéndose y a lo largo del verano, centenares de miles de personas se aglomeraron en la plaza del río Orontes, en Hama y en Deir Ezzor, y otros cientos de miles y decenas de miles se reunían en distintos puntos de Siria...»

El autor parece haber recogido la información suministrada directamente por la prensa anti Assad, sin haberse molestado en contrastar ni siquiera las fotografías que ilustraban los comentarios. En esos días, distintos diarios españoles (ABC, El País, El Mundo o Público) en algunas de las ediciones de agosto del 2011 publicaban reportajes haciéndose eco de las manifestaciones contra el gobierno de Al-Assad. La realidad era todo lo contrario. En esos días, las hemerotecas están llenas de imágenes de manifestaciones a favor del gobierno pero que los titulares señalan que son contrarias: en Hama, Homs, en la Plaza Saadallah al-Jabri, en Damasco... Que el desconocimiento de los reporteros y su parcialidad sean tan evidentes no es de extrañar, para eso cobran. Pero que supuestos intelectuales de izquierda se hagan eco de la propaganda y sobre ella construyan un edificio de mentiras, es algo que aterra.

En general, la posición de los intelectuales de izquierda es una política que debilita los sentimientos contra la guerra y pone el acento positivo en una rebelión que Occidente apoya militar y económicamente. Una de las consecuencias de las múltiples declaraciones y peticiones transformadas en gestos vacíos es acabar, como Almudena Grandes, pidiendo y justificando la intervención occidental. El magnífico artículo de Ángeles Díez Rodríguez: «La complicidad de algunos intelectuales en la guerra imperial contra Siria», es, en este sentido, clarificador. Se pierde la brújula y se acaba por perder hasta el sentido común. ¿Es menos dictador Sadam Hussein que Al-Assad? Entonces, ¿por qué Almudena Grandes, la conocida escritora, apoyó en su momento el «NO a la guerra» y ahora pide el bombardeo humanitario?... tal vez porque antes había miles de manifestantes en las calles y ahora no. ¿Cómo justifican las matanzas de la oposición yihadista, los coches bomba contra la Universidad de Alepo en pleno período de exámenes? ¿Cómo pueden justificar el saqueo de los impresionantes sitios arqueológicos de Aphamea, Palmira o Bosra, desde donde los «rebeldes» están arrancando los restos arqueológicos con excavadoras para venderlos en Turquía o Jordania? Obviamente los autores no dirán que ellos «apoyan» a los extremistas violentos. Es difícil justificar los actos de canibalismo de sectores de la oposición. En general, orillarán el tema; sencillamente, no se manifestarán, y no lo harán porque es una realidad muy incómoda que no se ajusta a sus teorías. Este pseudo-discurso progresista acaba afirmando que el pueblo sirio se ha quedado sólo aunque, en realidad, el flujo constante de armas y dinero, proveniente de Occidente, se ha visto incrementado a medida que pasaban los meses pasaban.

El 11-04-2013, también en el digital Rebelión, se publicaba un documento titulado «Solidaridad con la lucha por la Dignidad y la Libertad Siria» y la «Declaración sobre la revolución siria de las fuerzas de izquierda participantes en el Foro Social Mundial». En ambos casos los llamamientos a la solidaridad con la «Revolución siria» son continuos. Pero la pregunta queda en el aire: ¿a quién apoyan? Se menciona a unos supuestos «revolucionarios sirios», que nadie sabe dónde se encuadran, ni cuál es su nivel de representatividad, y especialmente qué peso específico tienen entre las decenas de miles de combatientes opositores, la inmensa mayoría extranjeros, que han acudido a la llamada de la «yihad islámica».

Algunos de los autores firmantes de la petición van más lejos. Valoran como muy positivo que el embajador de Estados Unidos en Siria haya participado en manifestaciones en contra del gobierno, pero muy negativamente que el presidente Obama no haya querido implementar «un corredor aéreo humanitario». Algunos de los autores antes referidos sostuvieron la misma proposición en la guerra de Libia, sin que los casi 120.000 muertos que ocasionaron las decenas de miles de bombas caídas sobre el país les hayan empujado a reflexionar, ni mucho menos a reconocer su enorme error. Hoy sabemos, porque el personaje alardea de ello, que fue Soliman Bouchuiguir (actualmente embajador de Libia en Suiza y ex presidente de la Liga Libia por los Derechos Humanos) quién generó el paquete de mentiras que justificaron la intervención humanitaria de la OTAN. Él fue, con apoyo de los medios occidentales, quien inventó que la aviación de Gadafi estaba masacrando a su pueblo. Él invento las «supuestas matanzas de civiles» en Bengasi. El propio embajador ha reconocido este hecho, aunque a nuestros «intelectuales» no parece preocuparles excesivamente esta incongruencia.

El esquema que se está utilizando es ya clásico; nos lo recuerda el filósofo Domenico Losurdo. Posiblemente el primer caso evidente fue la caída del presidente rumano Ceaucescu. Se justificó el Golpe de Estado por las imágenes brutales de cadáveres desmembrados, atados con alambre de espino... en la ciudad de Timisoara, (1989). Hoy sabemos que en realidad se cogieron cadáveres de la morgue o se desenterraron, para posteriormente mutilarlos, presentarlos delante de las cámaras de las TV y atribuirlos a una represión policial tal que justificara la destrucción del estado rumano y la privatización de sus recursos.

Para el filósofo italiano Giorgio Agabem el caso de la ciudad rumana es el «Auschwitz de la sociedad del espectáculo. Incluso se ha dicho que si después de Auschwitz es imposible escribir y pensar como antes, después de Timisoara ya no será posible mirar una pantalla de televisión de la misma manera».

El esquema desarrollado en la ciudad rumana sirvió de modelo para hechos posteriores. Se repitió en Racak, en enero de 1999, en los Balcanes. Las «supuestas matanzas» de civiles, desautorizados por los mismos forenses enviados por la ONU, que demostraron que había sido un combate entre fuerzas militares enfrentadas, sirvieron para justificar el bombardeo de Serbia y promover la independencia de Kosovo. Gracias a eso EEUU pudo instalar la mayor base militar en Europa en el nuevo país independiente. El método se perfeccionó en Irak, Kuwait, Libia, ahora en Siria... Pero el esquema siempre es el mismo: la reductio ad Hitlerum («la reducción a Hitler», término creado por Leo Strauss, como nos recuerda en su artículo Diego Fusaro). Básicamente es construir en torno al objetivo de turno la imagen de un nuevo «Hitler» rodeado de la aureola de la maldad absoluta. Allí se mezclará todo el mundo, desde Sadam Hussein a Gadafi, de Chávez a Ahmadinejad. Todos son nuevos Hitler y donde aparece el nuevo nazismo, siempre tiene que haber la nueva Hiroshima, es decir, el bombardeo «legítimo» y «ético».

Pasamos así a justificar «la guerra humanitaria»; esta tiene varios objetivos; el primero es autojustificarse; el segundo, de cara a la opinión pública, es arrebatar al enemigo su condición humana, lo que permite hacer aceptable la intervención militar «puntual», tal y como en un principio señalaban Obama, Hollande o Cameron. La falta de alternativas al discurso dominante, la claudicación de los que tendrían que ser referentes alternativos y críticos acentúa esa realidad.

La memoria del ciudadano es corta como la de los peces; cree «a pies juntillas» aquello que ve en horas de máxima audiencia, repetido por los medios ad nauseam. El objetivo es alcanzar así «el uso estratégico de lo falso». En el 2010 algunos de los papeles de Wikileaks revelaron la preocupación del Departamento de Estado y los servicios secretos por la respuesta social a la guerra de Irak. Narran los e-mail filtrados la puesta en marcha de una campaña sistemática de penetración en organizaciones políticas y sociales que permitiera paralizar las protestas. Es un hecho conocido que determinados gobiernos, entre los que destaca el israelí, están contratando, mediante subvenciones directas o indirectas, a licenciados en informática o blogueros para que, a través de las redes sociales, puedan extender los conceptos y la filosofía de los gobiernos de turno.

La izquierda política

Si, como hemos señalado, la posición de algunos intelectuales «críticos de izquierda» es una mezcla que transita entre el deseo y la fantasía, hay en cambio posiciones en sentido contrario muy importantes, como la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, con figuras tan reconocidas como Pérez Esquivel, Frei Betto, Ramsey Clark o Atilio Borón, firmantes de un documento titulado «Frente a la agresión extranjera contra Siria, levantemos nuestras voces», donde se denuncia la agresión contra Siria.

La posición de las fuerzas políticas progresistas es en general confusa. Tenemos desde partidos políticos de carácter internacional que, como el Partido Comunista Griego (KKE), se posiciona contra la guerra, hasta el Partido Comunista Francés, que sostiene las mismas posturas belicistas que el presidente Hollande o el Partido Socialista Francés. En paralelo, el Partido Laborista inglés, sumando apoyos desde la derecha conservadora, consiguieron derrotar al primer ministro Cameron, que planteaba la intervención militar.

Mientras en España el PCE, IU, PSUC-Viu, PCPE o Red Roja se han manifestado contra la intervención, contra la guerra y a favor de la solución política al conflicto. El PSOE, como no podía ser de otra forma, ha dado apoyo a la intervención alineándose con el gobierno del PP y con las fuerzas imperialistas. Otras fuerzas políticas, la mayoría de matriz trotskista como Izquierda Anticapitalista o Revolta Global, se ven en una situación comprometida, así mismo el PCC, de matriz prosoviética-ortodoxa pero maniatado por sus dependencias institucionales en EUiA e ICV intenta, sin conseguirlo, mantener una cierta «neutralidad». Su propia retórica les lleva a condenar la intervención occidental, pero al mismo tiempo siguen criticando al presidente sirio. Pero los opositores sirios ¿a quién defienden?, ¿dónde están los revolucionarios pro-democracia? Desde el comienzo del conflicto, hace dos años y medio ya, las banderas que ondea la oposición son las de la antigua colonia, ¿cuál es en realidad su objetivo político?

Para estas formaciones trotskistas españolas, el hecho de que la oposición democrática interna haya participado en las elecciones municipales o haya apoyado el referéndum constitucional es una cuestión absolutamente baladí. Otras organizaciones como Corriente Roja van mucho más lejos y piden el flujo continuo de armas a los rebeldes, presentados poco menos que como héroes internacionalistas. Eso incluye a los que bombardean diariamente a la población civil en Damasco, los que practican el canibalismo o aquella otra oposición que se vanagloria de degollar a los herejes...


El movimiento contra la guerra, antes tan activo, hoy se encuentra terriblemente debilitado. La campaña mediática lanzada por los gobiernos occidentales y apoyados en parte por esa «izquierda» proclive al bombardeo humanitario ha llevado a estas organizaciones a la práctica desaparición como referente político. La posición de alguna de estas organizaciones a favor del bombardeo de Libia las ha llevado a acrecentar sus contradicciones internas, provocando una auténtica parálisis frente al nuevo ciclo de guerra en Siria.

Al margen de las fuerzas políticas antes mencionadas, otras como ICV, en su declaración del 04-09-2013, buscan una especie de equidistancia política. Es el refugio de las buenas conciencias, aunque en la práctica se iguale así al agresor y al agredido. Frente a unos estados que amenazan a otro, nos declaramos neutrales, somos «ni-nis». La formación ecosocialista basa gran parte de su estrategia política en la guía que le proporcionan las encuestas electorales; su oportunismo político y la presión de los medios para convertirla en una formación socialmente creíble hacen el resto. Así la declaración de los ecologistas centra su crítica en el gobierno sirio «... ICV condemna la violència del régim d’Al Assad, responsable de l’escalada del conflicte, així com dels altres bel-ligerants...».

En general todas estas fuerzas proclaman su apoyo a los «pueblos revolucionarios» y su rechazo a la intervención imperial. Nuevamente nos hemos de remitir a las hemerotecas. Desde el inicio fueron las potencias neocoloniales las primeras en apoyar esas «revueltas». Desde el primer día, los gobiernos occidentales, en paralelo a la campaña mediática orquestada, sacaron resolución tras resolución haciéndose eco de su apoyo a los «pueblos oprimidos». Para las formaciones políticas de izquierda es una contradicción casi irresoluble. ¿Cómo dar soporte a la «primavera siria» cuando ésta es apoyada por las potencias imperiales que desean apropiarse del país?, y ¿qué decir cuando son los propios «revolucionarios sirios», al igual que hicieron los «rebeldes libios», los que piden la intervención militar? ¿Quién es ese pueblo revolucionario que pide el bombardeo humanitario?, ¿a quién representa?

La falta de claridad en las propuestas de esta formación, la más importante de la izquierda catalana, se hace más y más evidente. Se critica la acción militar en ciernes de EEUU, puesto que ella se hace sin el apoyo de la ONU pero, si tuviera tal apoyo como en el caso libio, ¿serían justificables las decenas de miles de muertos que ocasionaría la intervención?

La deriva de la izquierda española es en cierta medida fruto y consecuencia de los aires que recorren la izquierda europea, donde el PCF —cabeza dominante en el PIE (Partido de la Izquierda Europea)— da apoyo a las propuestas del presidente Hollande a favor de la intervención militar. La declaración en el Foro Social de Túnez, apoyando a la «revolución siria» debemos medirla por el rasero de sus promotoras, la mayoría, como hemos señalado, de base trotskista, y algunas una mera página en Internet. La izquierda italiana, a través de sus medios de comunicación como L’Unità o La Repubblica, se alinea con la ideología dominante. Mientras, los gobiernos progresistas latinoamericanos han dado apoyo sin ambages al gobierno de Al-Assad.

Siria constituye hoy una síntesis de las contradicciones de la izquierda intelectual y política. Una izquierda que frente a una situación compleja en lo nacional y lo internacional tiene enormes dificultades para orientarse en los nuevos escenarios especialmente dinámicos que la decadencia de un Imperio y el ascenso de otros evidencian.

EL VIEJO TOPO
Nº 310, Noviembre 2013.



Nota

2 comentarios:

Unknown dijo...

Magnífico artículo, aunque no habrían estado de más más referencias a tus fuentes.

KRATES dijo...

Podría ponerlas, pero lleva tiempo y no puedo ni quiero. Y además, el artículo es de Eduardo Luque y está publicado en el último número de EL VIEJO TOPO, del presente mes; y así está y así lo dejo.

¡Salud!