sábado, 27 de julio de 2013

John Brown (un rifle de mayor alcance)


ANTONIO CASADO DA ROCHA

Cuando su padre murió el 3 de febrero de 1859, Thoreau tuvo que asumir aún más responsabilidades en el negocio familiar. Mientras trataba de perfeccionar la fabricación de lápices, el municipio de Concord le contrató como agrimensor para un proyecto importante, y al año ya tenía algo que decir en la feria de ganado del condado de Middlesex sobre la reproducción de las especies forestales. El éxito de esa conferencia, The Succession of Forest Trees, fue tal que durante mucho tiempo el público le consideró más biólogo que otra cosa. Comenzó a escribir ese ensayo buscando respuesta a un granjero que le preguntaba por qué allí donde se cortaba un bosque de robles surgía otro de pinos y viceversa. Era una pregunta oportuna, ya que entre los naturalistas todavía se discutía la generación espontánea de los seres vivos. Thoreau respondió que tenía mucha confianza en la capacidad de las semillas para encontrar suelo donde enraizar, pero que donde no llega ninguna semilla no podrá surgir planta alguna. Eso sí, añadió, estoy dispuesto a esperar maravillas allí donde me cerciore de la existencia de una semilla. Este trabajo sobre la dispersión de las semillas le hizo interesarse por la obra de Darwin, y Thoreau fue la segunda o tercera persona que leyó El origen de las especies en los EEUU. En 1860 tomó muchas notas de ese libro, pero antes incluso de haberlo leído, en la conferencia ya describía en términos semejantes a los de Darwin el mecanismo mediante el cual tiene lugar la sucesión de las diferentes especies de árboles en su hábitat. No obstante, durante los últimos meses de 1859 no pudo escribir sobre otro tema que no fuera John Brown, un hombre aferrado hasta el martirio a la simple verdad de que los derechos de los negros son tan respetables como los de los blancos.

Una ley de 1854 dejaba la decisión de convertirse en estado libre o esclavista a cada población de los nuevos territorios de la Unión. En los años siguientes, esto tuvo sangrientas consecuencias en Kansas, que estaba siendo colonizado por emigrantes procedentes tanto del Norte abolicionista como del Sur esclavista. Como paso previo al referéndum, esclavistas y antiesclavistas hicieron sus propios censos electorales y acabaron por establecer gobiernos diferentes; el conflicto de legitimidades provocó enfrentamientos armados. Las escaramuzas fueron especialmente violentas durante el verano de 1856, y fue entonces cuando el nombre del líder abolicionista John Brown saltó a las páginas de la prensa. Brown y los suyos se hicieron famosos por sus victorias, en inferioridad numérica, sobre los grupos de así llamados rufianes que controlaban las fronteras del Sur para hostigar a las poblaciones antiesclavistas. Una de ellas, Lawrence, fue destruida por un ataque de esos rufianes el 21 de mayo. Tres días después, Brown se tomó la justicia por su mano y atacó la colonia esclavista de Pottawatomie Creek, matando a sangre fría a cinco hombres. Durante el invierno siguiente Brown viajó al noreste para recaudar fondos con los que continuar su lucha y uno de sus principales valedores en Concord fue Sanborn. Gracias a él, Thoreau se entrevistó con Brown en al menos dos ocasiones.

El 16 de octubre de 1859, capitaneando un grupo de unos veinte hombres, Brown se apoderó del arsenal federal en Harper’s Ferry, Virginia, en un intento de iniciar una guerra de liberación de los esclavos. En la batalla por hacerse con el control del arsenal hubo víctimas por ambos bandos, pero finalmente los rebeldes consiguieron su objetivo. En lugar de retirarse con el botín, Brown permaneció dentro del arsenal en espera de que se le unieran los negros de las plantaciones circundantes. Los únicos que llegaron, como era previsible, fueron los soldados enviados contra él. Brown resistió el ataque con indomable coraje durante un día y una noche, pero con el alba un contingente de marines consiguió entrar en el arsenal, donde le encontraron herido junto a diez de sus hombres muertos. Fue juzgado por traición a Virginia; se negó a alegar demencia en su descargo y se le condenó a morir ahorcado el 2 de diciembre. Cuando supo de su arresto, la primera reacción de Thoreau fue de solidaridad con el capitán, a quien dedicó una larga anotación en el diario. Posteriormente comenzó a dirigir su indignación hacia un público imaginario, y para el 21 de octubre ya había concebido el plan de dar una conferencia en defensa de Brown. La terminó el día treinta y así lo hizo saber a su familia y vecinos. Hasta Sanborn dijo que le parecía poco prudente: el ambiente estaba demasiado crispado, incluso en zonas antiesclavistas como Concord, y el miedo a manifestarse sobre este tema era notorio. Sanborn llegó a decir que la gente temía por sus vidas, y no precisamente por la proximidad de Halloween. Pero Thoreau envió avisos a los hogares de Concord anunciando que por la tarde hablaría en el salón de actos sobre la condición y el carácter de John Brown, e invitó a todos a asistir. El comité republicano y el comité abolicionista insistieron en que era prematuro y poco aconsejable. A una hora temprana la sala ya estaba llena de gente de todos los partidos y su ferviente elogio del héroe fue escuchado con gran respeto por todos; según Emerson, por muchos con una simpatía sorprendente hasta para ellos mismos.


Con esta conferencia del 30 de octubre de 1859, publicada más tarde como A Plea for Captain John Brown en el periódico de Greeley, Thoreau se convirtió en la primera persona que se atrevió a defenderle en público. En el texto criticaba la reacción de sus vecinos al escuchar las primeras noticias del ataque; la mayoría de la gente pensaba que la resistencia de Brown había malogrado su vida y la de otros, pero Thoreau se preguntaba desde qué altura moral se emitía semejante opinión, a qué otras empresas se dedicaban sus vecinos para atreverse a juzgar las de Brown. Thoreau no quiso ocuparse de las consecuencias de sus acciones, que ignoraba en su mayor parte, sino en los principios que las guiaban. No estaba tan interesado en el personaje como en lo que representaba. Insistió también en que Brown podía pasárselas perfectamente sin armas de fuego mientras mantuviese su capacidad discursiva: un rifle, dijo, infinitamente más seguro y de mayor alcance. Al margen de su distinto final, Thoreau pensaba que la historia de Brown era moralmente superior a la de los patriotas que en 1775 lucharon contra los ingleses en Concord, pues estos lucharon contra sus enemigos, pero Brown tuvo el más raro coraje de luchar contra los errores de su país. Se preguntaba, en fin, si era un fracaso liberar a una docena de seres humanos y atravesar con ellos un estado tras otro, como Brown hizo durante semanas y meses, a plena luz, a paso tranquilo, al alcance de todas las facciones, con un precio puesto sobre su cabeza, enfrentándose a un tribunal y relatando lo que había hecho, persuadiendo al estado de Missouri de que no era rentable mantener la esclavitud cerca de donde él viviera; haciendo, en suma, lo que muchos desobedientes civiles han hecho con posterioridad. En el mundo según Thoreau hay cosas que son más importantes que la propia vida. Al fin y al cabo, sin gentes como Brown y los soldados norteños que invocaban su nombre, es muy posible que la maquinaria judicial y política de los EEUU no hubiera conseguido abolir la esclavitud jamás.

Thoreau. Biografía esencial (2004)

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