jueves, 25 de julio de 2013

Contra el trabajo

 

Bob Black firma La abolición del trabajo, un ensayo, por el calado de la reflexión, que adopta la forma de manifiesto.

FILOSOFÍA HOY, Nº 24

Bob Black es un 'anarquista' estadounidense leído y apreciado por un pequeño pero fiel grupo de seguidores. Su propuesta es tajante: «El trabajo es la fuente de casi toda la miseria existente en el mundo. Casi todos los males que se pueden nombrar proceden del trabajo o de vivir en un mundo diseñado en función del trabajo. Para dejar de sufrir es necesario dejar de trabajar».

QUÉ CUENTA

Esta declaración debe ser entendida desde el concepto de trabajo que Black critica, ya que él no está en contra de la producción, sino contra el modo de producción que la revolución industrial puso en marcha y cuyas reglas se han establecido y ampliado en la sociedad en la que hoy vivimos. Así, el trabajo que Black critica es aquel en el que el empleado queda resumido, absorbido, en su función: sus deseos dejan de valer; sus sueños ya no cuentan, es —y sólo debe ser— la función que realiza. Pero el sistema bien sabe que para llevar a alguien a un grado tan alto de anulación —señala Black— debe primero «educarle», y por eso tanto la educación —desde el colegio hasta la universidad— como la vida laboral, están marcadas por diferentes estrategias de disciplinamiento propias de la cárcel. Sólo así se consigue generar eso que se conoce como «un buen ciudadano», la víctima perfecta para un sistema que llamamos democracia y que más bien, propone Black, deberíamos llamar fascismo fabril u oligarquía de oficina. Pero Black da un paso más allá, y en su reflexión insiste en que veamos la vinculación que este tiene con el consumo. Así, trabajo y consumo son las dos caras de una misma moneda, las dos mitades de un círculo que se retroalimenta y que crece a nuestra costa. Buscar una salida a esta trampa será el empeño de Black. Debemos producir, sí, pero la producción no es sólo posible a través del modelo de trabajo en el que vivimos; de hecho, habría otra forma de hacer las cosas: cambiar el trabajo por el juego como forma de producción. Una revolución lúdica en la que la obligatoriedad del trabajo será sustituida por la libertad del juego: «La vida se convertirá en juego, o más bien, en multitud de juegos, pero no (como ahora) en un juego de suma y sigue. El paradigma del juego productivo es un encuentro sexual óptimo. Cada uno de los partícipes potencia los placeres del otro, nadie está pendiente del marcador y todo el mundo gana. Cuanto más se da, más se recibe. En la vida lúdica, lo mejor de la sexualidad se impregnará en lo mejor de la vida cotidiana. El juego generalizado desemboca en la erotización de la existencia».

POR QUÉ HAY QUE LEERLO

Puede parecer, más en esta época, que La abolición del trabajo no es sino una provocación. Hay algo más. Lo dice, lo defiende, el editor desde la solapa del propio libro: «Dar de nuevo esta obra a la imprenta en un momento en el que muchos de nosotros nos estamos quedando sin ese trabajo que nos sirve para ganarnos la vida perdiéndola no es una provocación, sino una invitación a no esperar a que no se sabe qué fantasma financiero nos salve de la catástrofe más absoluta».

Gonzalo Muñoz Barallobre

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