miércoles, 10 de octubre de 2012

Sindicato de policías, ¿consigna socialista?


 Por estos días, en “Comentarios”, me han preguntado qué opino sobre la demanda de formación de un sindicato de policías (también de gendarmes, prefectos, personal del servicio penitenciario). Dirigentes gremiales de la CTA y la CGT se han manifestado a favor de la idea; incluso ya hay un embrionario sindicato de la policía, que tiene el apoyo de Pablo Micheli. También algunos partidos de izquierda están reclamando, desde hace años, el derecho a la sindicalización de la policía. Naturalmente, el tema se ha puesto en primer plano con el conflicto de los gendarmes y prefectos. En esta nota presento algunas reflexiones sobre el asunto, y explico por qué entiendo que los socialistas no deberían apoyar la demanda.

“Compañeros trabajadores que enfrentan el ajuste”

El argumento central de los dirigentes sindicales que abogan por la formación de sindicatos del personal de las fuerzas de seguridad, es que se trata de trabajadores que deben gozar de los mismos derechos que cualquier otro asalariado. En los partidos de inspiración marxista que defienden la idea, el argumento es un poco más sofisticado. Se sostiene que, si bien los policías y gendarmes forman parte de los cuerpos represivos del estado, provienen del pueblo y venden su fuerza de trabajo. Por eso, habría una contradicción entre el rol represivo del aparato del que forman parte, y el hecho de que son asalariados, con intereses y demandas comunes con el resto de los trabajadores. ¿Por qué no aprovechar esta contradicción y ganarlos para la causa de la clase obrera o del socialismo? Después de todo, dice el argumento pro sindicato, los gendarmes y prefectos están enfrentando el plan de ajuste del gobierno K, igual que otros asalariados. El movimiento tiene la misma progresividad de cualquier otra lucha de los trabajadores.

Más en general, y debido a la crisis capitalista, en muchos países los policías han comenzado a rebelarse. Para citar algunos ejemplos: en Portugal, el Sindicato Unido de la Policía planteó que estaría del lado de los manifestantes, porque “somos ciudadanos antes que policías”. En Grecia, a principios de septiembre, se llegó a un enfrentamiento entre policías en huelga y policías anti motines, porque los primeros querían impedir que los anti motines salieran de sus cuarteles para ir a reprimir manifestantes. En Inglaterra, la policía ha participado en manifestaciones y está amenazando con una huelga (que está prohibida) porque el gobierno ha adelantado un programa de recortes de salarios, despidos y aumento de la edad de jubilación de los policías. En Brasil, hubo huelgas en varios estados y en Río de Janeiro, por aumentos de salarios; en Bahía se produjeron choques de la policía con las fuerzas de seguridad enviadas por el gobierno. En Bolivia, hubo acuartelamientos y manifestaciones, por reivindicaciones salariales; en 2003 se produjeron violentos enfrentamientos con la guardia presidencial. En conclusión, sigue el razonamiento, no hay motivo alguno para no estar detrás de estos reclamos: son parte de la lucha general contra las políticas de austeridad y ajuste del capitalismo.

Antes que trabajadores, policías

El elemento de verdad que tiene el anterior razonamiento es que ubica correctamente la naturaleza de la protesta de los gendarmes, prefectos y policías en Argentina: es un movimiento por salario, y no un golpe de estado, como quieren presentarlo el gobierno, y sus partidarios.

Por otra parte, y más importante, es cierto que existe una contradicción entre la necesidad de la clase dominante de tener fuerzas represivas consolidadas, y las condiciones miserables en que mantiene al personal subalterno de esas fuerzas, en Argentina y otros países de América Latina. Sin embargo, y aquí está el nudo de la equivocación de los defensores socialistas del sindicato de policías, hay que decir que esta contradicción no puede resolverse, dentro del sistema capitalista, hacia el lado del pueblo, o del socialismo. Para ver por qué, recordemos que hace poco la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA expresaba muy bien el objetivo que deberían proponerse los gobiernos en materia de fuerzas policiales: “mejorar las condiciones de trabajo y la situación de estos funcionarios” para cumplir con su “servicio social”. Pero este “servicio social” tiene como componente fundamental la defensa de la propiedad del capital. Esta es la función que domina y determina el carácter del policía o del gendarme. Para utilizar una noción de Marx, por encima de su origen y del hecho de que sea asalariado, tienen una “existencia funcional”. Su función, como integrantes del cuerpo represivo, predomina por sobre todo lo demás. Por eso, al acompañar las demandas por mejores condiciones de trabajo y salariales de las fuerzas de seguridad, no se está fortaleciendo al trabajo frente al capital, como pretende el discurso reformista, sino se está contribuyendo al perfeccionamiento del aparato represivo. Dar buenos salarios a los policías, mejorar su equipamiento, levantarles la moral, es un objetivo de la clase dominante. Podrá tener dificultades presupuestarias para lograrlo, pero en la medida en que lo cumpla, mejora y aceita los mecanismos represivos. Y no hay manera de que el policía se acerque al trabajador, o al socialismo, por este camino. Es sencillo de entender: su existencia funcional determinará su actuación y postura en la lucha de clases.

Es interesante recordar que a principios de los años 1930, en Alemania, la socialdemocracia confiaba en que la policía detendría, en última instancia, a Hitler, porque los policías eran trabajadores, e incluso muchos eran socialistas. En oposición a esta idea, acertadamente Trotsky alertó que “el obrero, convertido en policía al servicio del estado capitalista, es un policía burgués y no un obrero”. Agregaba que esos policías se habían enfrentado muchas veces con los obreros revolucionarios, que nadie pasa por semejante escuela sin quedar marcado, y que “lo esencial es que todo policía sabe que los gobiernos pasan, pero la policía continúa” (Escritos sobre Alemania, enero de 1932). Pienso que la idea tiene vigencia. Después de todo, la naturaleza del estado capitalista, y de su policía, no han variado, y esto es lo que debería retener todo trabajador o militante. Además del desempeño en “función de la sociedad” (digamos, atrapar al violador serial que anda suelto por el barrio), las fuerzas de seguridad constituyen un pilar del dominio de clase. Los gendarmes que participaron del operativo X (espionaje a manifestantes y activistas); o los policías que balearon a los qom en Formosa, no son compañeros trabajadores confundidos, sino “policías burgueses”, que actúan según la naturaleza del organismo que integran.

Por supuesto, podemos suponer que en una coyuntura revolucionaria, una parte importante del personal de las fuerzas armadas pasará del lado de los trabajadores. Pero se trata de un escenario muy especial, -cuando los explotados “toman el cielo por asalto”- caracterizado por la ruptura del estado. En cualquier otra condición, no hay que hacerse ilusiones. La existencia de la policía depende de la existencia del estado capitalista y de las relaciones sociales de producción capitalista. Los policías no van a ser ganados progresivamente para las ideas del socialismo, o la causa de los trabajadores. Por eso, también es ingenua la propuesta -la adelantó un dirigente de izquierda- de que se forme el sindicato de policías o gendarmes, pero con el compromiso de que sus miembros no van a reprimir a los trabajadores. Estas promesas son papel mojado. La lucha de clases no deja lugar a estas ensoñaciones.

Lucha de clases y experiencia histórica

Seguramente muchos verán mi análisis como poco sutil y sofisticado; pero en estas cuestiones lo que importa es “el trazo grueso”, la divisoria de clases. Si se pierde de vista esta brújula, terminaremos en graves problemas. Y la discusión no es meramente teórica, tiene consecuencias prácticas, inmediatas. Relato una experiencia: en 1975 yo militaba en un partido trotskista, que se dio como orientación hacer trabajo político entre los policías. Como todos sabemos, era la época en que la Tiple A asesinaba a diestra y siniestra. Pues bien, recuerdo que una compañera me contó la siguiente experiencia: se presentó en una comisaría y reclamó su “derecho democrático” a vender la la prensa del partido entre los policías. ¿Por qué no iba a hacerlo, si se trataba de “compañeros trabajadores”? Por suerte, un oficial se apiadó de ella, y le aconsejó, de la mejor manera, que se fuera de allí, antes de que le pasara algo grave. Algunos dirán que es un caso extremo, pero lo importante es que expresa un error de caracterización.

La experiencia histórica también demuestra que el estado capitalista no se erosiona paulatinamente, y que los sindicatos policiales son perfectamente asimilables por el sistema. Incluso huelgas y movimientos bastante radicales, han sido absorbidos. Por caso, hubo huelgas de policías en Boston, en 1919, en Montreal, en 1971, en Nueva York, en 1971 o en Baltimore, en 1974. En EEUU, España, Italia y otros países adelantados, los sindicatos de policías funcionan desde hace años. No hay evidencia de que la policía de esos lugares tenga un comportamiento más democrático y considerado hacia los que “cuestionan” o los que considera “enemigos del sistema”. Un caso histórico famoso es el de las huelgas de policías en Inglaterra, de 1918 y 1919, que estallaron en medio de una intensa agitación revolucionaria, cuando los trabajadores llegaron a elegir consejos. Aquellos policías huelguistas fueron llamados los Bolshevik Bobbies. Pero el movimiento revolucionario decayó, y los policías fueron integrados perfectamente al estado. Como resultado, se estableció un sindicato, aunque sin derecho de huelga. A partir de allí, no representó un problema para el capitalismo; incluso, el sindicato se constituyó en un canal más o menos normal de negociación de las condiciones laborales de los policías. Un sindicato puede contribuir al logro de un aparato policíaco más eficiente, consolidado y con alta moral, que no deja de ser un reaseguro para el sistema de explotación. Podemos imaginar incluso un sindicato pidiendo asistencia psicológica, mejores equipos y compensación económica para los “compañeros” que tienen que reprimir manifestaciones obreras o, tarea aún más penosa, picanear a un detenido para obtener información. ¿Por qué no, si se trata de “trabajadores asalariados”? El absurdo al que se llega es revelador de la inconsistencia del planteo, desde un punto de vista socialista.

En conclusión, no encuentro nada progresivo en apoyar la demanda de un sindicato de policías o gendarmes. Habría que recordarlo, un trabajador puesto a policía, no es un trabajador, sino un policía.

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