miércoles, 28 de marzo de 2012

El Gobierno del PP trata a los parados peor que a los presidiarios

Carnet de paro

Lo peor de esta crisis no es tanto su impacto económico, sino el cinismo con el que el Capital y su Consejo Central de Administración, el Gobierno, utilizan un lenguaje que pervierte el sentido de las cosas. A estos gobernantes no se les cae de la boca la palabra "libertad". Que entienden, no como atributo de las personas, sino del mercado. Para ellos, la máxima expresión de libertad consiste en la libertad de despido de los que trabajan, y en el trabajo forzado de los despedidos.

En la novela 1984, de George Orwell, el poder utiliza una neolengua o nuevahabla (newspeak)* inventada para desvirtuar la realidad. Más o menos, lo mismo que hacen ahora los economistas oficiales del Reino cuando hablan de "crecimiento negativo" para no decir depresión. A este paso, es previsible que pronto nos hablen de "empleo negativo" para referirse a las atroces cifras de un desempleo fomentado ahora por las medidas del actual Gobierno.

Porque D. Mariano Rajoy, el Deseado [políticamente por ese aluvión de electores que le auparon al poder] apoyado por su Popular Partido y Convergencia i Unió, acaba de aplicar a los actores de la enferma economía hispana unas dolorosísimas recetas de caballo. La explicación es que la reforma laboral se hace para crear empleo.

Se escucha aquí la voz del doliente angustiado. "Oiga doctor, ¿Con este amargo remedio me curaré pronto?" "No lo crea" —dice el popular galeno— "aguante, que esto va para largo. Con nuestras recetas, prevemos que este año el paro aumentará en 600.000 personas". O sea, "empleo negativo".

Esto es lo que afirman esos gobernantes que acaban de llegar al poder, y a los que no se les cae de la boca la palabra libertad. Una libertad que entienden, no como atributo de las personas, sino del mercado. Y cuyo corolario viene a ser:

Para este Gobierno y sus ideólogos la máxima expresión de libertad consiste en la libertad de despido.

Es la conclusión que podemos extraer de esa letra infame escrita en todos y cada uno de los párrafos de la Reforma Laboral dictada (no negociada ni con sindicatos ni parlamentarios) por el Partido Popular. Una reforma que otorga amplias libertades al empresario y somete al trabajador a un régimen de dominación cuasi neofeudal. Pues, como tengo ya escrito en este cuaderno, el desempleo y el despido libre cumplen también una función disciplinaria.

Convengamos que el Estado, salvo que sea autoritario y dueño absoluto de los medios de producción, no puede crear otro tipo de empleo que el que corresponde al ámbito funcionarial y atención de los servicios públicos. Puede, eso sí, arbitrar medidas que favorezcan la actividad económica, de manera que sean los actores económicos los que generen empleo.

Pero un Estado democrático auténticamente orientado al servicio de la ciudadanía lo que sí tiene es la potestad y el deber de garantizar, ante todo, el bienestar y la subsistencia de todos sus miembros. Así lo dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos:

Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado, que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad. (Art. 25)

Y la propia Constitución Española:

Los poderes públicos mantendrán un régimen público de Seguridad Social para todos los ciudadanos, que garantice la asistencia y prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad, especialmente en caso de desempleo. (Art. 41)

Pero estas propuestas solidarias nacidas de la sensatez política entran en abierta contradicción con las medidas que se adoptan en estos tiempos de la brutalidad política. En tiempos de un horror de tal magnitud que la reforma laboral dictada por el Gobierno pretende, en primer lugar, facilitar el despido de los trabajadores. Y luego, una vez que se hallen estos en la calle, en plena intemperie, obligarlos a prestar lo que eufemísticamente llaman "servicios a la Comunidad".

En efecto, como si cinco millones de personas no tuvieran ya bastante desgracia con estar en el paro, ciertos sectores de la patronal, en vez de cooperar en el fomento del empleo, alimentan la sospecha de que los desempleados son una panda de holgazanes que viven alegremente del subsidio y se pasan el día en el bar. Esto lo han afirmado públicamente desde el diputado de CiU, el señor Durán Lleida, a diversos dirigentes de la patronal CEOE.

Insidias de esta índole alimentan esa idea tan extendida entre la gente biempensante de que los parados, en vez de estar mano sobre mano, deberían realizar trabajos de servicio comunitario. Aparece así esa colección de tópicos V.g.: limpieza de bosques, conservación de carreteras... etc.

Ahora bien, ¿no llevan siglos los curas, políticos y economistas hablando de las virtudes del trabajo? ¿No se ha ensalzado hasta la saciedad el trabajo como máxima expresión de las potencialidades de la persona?

De acuerdo, enviemos a nuestra legión desempleada a limpiar los bosques para prevenir incendios. En lugar de aumentar el "empleo negativo", encuadremos a los parados mediante un contrato laboral digno, para que lleven a cabo tareas de interés nacional, efectuando ese trabajo en condiciones de libertad y dignidad.

Pero aquí se pone de relieve otra de las perversiones implícitas en la reforma laboral del Sr. Rajoy, que lo que pretende no es proporcionar un empleo a los parados. Sino que los desempleados sigan siendo desempleados y que, cobrando en el mejor de los casos un subsidio de 400 euros —ingreso situado por debajo del umbral de pobreza— realicen trabajos de forma obligatoria.

¿Cómo calificar esto? ¿Retorno a las tenebrosas workhouses inglesas del siglo XIX? ¿Neofeudalismo con siervos de la gleba obligados a prestar servidumbres al señor de turno? En cualquier caso es una absoluta e impúdica muestra de desfachatez política.

¡El Gobierno del Partido Popular pretende otorgar a los parados un tratamiento peor que el que reciben los delincuentes! Puesto que los trabajos forzosos no pueden ser impuestos ni siquiera a los convictos de delito, ya que la Constitución Española lo prohibe:

Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados. [...]. En todo caso, tendrá derecho a un trabajo remunerado y a los beneficios correspondientes de la Seguridad Social, así como al acceso a la cultura y al desarrollo integral de su personalidad. (Art. 25.2)

Llegado el caso, los desempleados a los que las administraciones les impongan la prestación de algún trabajo forzoso, quedan perfecta y moramente legitimados para negarse a cumplirlo.


(*) En un apéndice a la novela titulado Los principios de la neolengua, Orwell explica los principios básicos de la misma. La neolengua no es más que una versión extremadamente simplificada del inglés y es uno de los pilares básicos del régimen autoritario del Partido. El objetivo de crear tal lengua era sustituir a la viejalengua (oldspeak), es decir, el que para el lector sería el inglés actual, para así dominar el pensamiento de los miembros del Partido, y hacer inviables otras formas de pensamiento contrarias a los principios del Ingsoc (lo que en el libro se conoce como crimen del pensamiento, crimental). Por ejemplo, para evitar que la población desee o piense en la libertad, se eliminan los significados no deseados de la palabra, de forma que el propio concepto de libertad política o intelectual deje de existir en las mentes de los hablantes.El vocabulario se reduce al mínimo, hasta tal punto que palabras como "malo" se convierten en "nobueno" (ungood), y "terrible" se convierte en "doblemásnobueno" (doubleplusungood). De hecho, un buen hablante de neolengua es aquel que necesita menos variedad de palabras para expresar una idea.

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