sábado, 20 de agosto de 2011

Más allá de las imposturas intelectuales

«Confieso que soy un viejo izquierdista impenitente que nunca ha entendido cómo se supone que la deconstrucción va a ayudar a la clase obrera. Y soy también un viejo científico pesado que cree, ingenuamente, que existe un mundo externo, que existen verdades objetivas sobre el mundo
y que mi misión es descubrir algunas de ellas.»


ALAN SOKAL

Por Joaquim Prats

Publicado en Escuela (Nov.2010)

Alan Sokal protagonizó, a mediados de los noventa, una sonada anécdota que el famoso físico y matemático definió como una broma a la comunidad científica. Sokal envió un artículo a la acreditada revista Social Text, con el enrevesado título: Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica. El artículo se «coló» fácilmente en la prestigiosa publicación científica.

El escrito estaba plagado de absurdos e insensateces, postulaba un relativismo cognitivo extremo y trufaba todo el texto de formulas y propuestas matemáticas todas ellas sin sentido y expuestas, pretendidamente, sin claridad expositiva. Una gran parte de las frases del artículo procedían de conocidos intelectuales franceses y norteamericanos apóstoles del posmodernismo (Michel Serres, François Lyotard, Jacques Lacan, Jacques Derrida y otros) lo que lo convertía en una antología de «frases celebres» de estos autores.

La intención de Sokal era demostrar que, en determinadas publicaciones muy reputadas en el mundo académico, todo valía. Era el momento del posmodernismo rampante, especialmente en los campos científicos menos desarrollados y con más miseria teórica, como la pedagogía y en otros ámbitos del conocimiento social.

Desvelado el experimento —tan poco ortodoxo— el escándalo que se produjo fue mayúsculo. Los corifeos del posmodernismo, que no sus primeras espadas, corrieron a anatemizar a un «positivista» tan osado. Sokal aceptó las interpelaciones de las que era objeto y publicó un libro titulado Imposturas Intelectuales (1997) que tuvo una gran repercusión avivando la polémica de la ciencia contemporánea. En Imposturas Intelectuales se pretende analizar las propuestas de algunos de los más reputados intelectuales posmodernos, partidarios de las ideas relativistas, que rechazan la tradición racionalista de la Ilustración y que consideraban la ciencia como una «narración» o una construcción social entre muchas.

Sokal desveló en su libro las insuficiencias de conocimientos científicos de muchos de estos autores (Lacan, Braudrilland, Kristeva, etc.) y lo que denominaba su «pedante artificiosidad», y el deliberado abandono de la ciencia como «conocimiento» más objetivo. «En muchos ámbitos —nos dice Sokal— se da por supuesto que todos los hechos están construidos socialmente, las teorías científicas son meros mitos o narraciones, los debates científicos se resuelven mediante la retórica y la formación de coaliciones, y la verdad es sinónimo de acuerdo intersubjetivo».

No era el primero en denunciar el desmantelamiento de las ciencias sociales y los desatinos y logomaquias de muchos gurús del posmodernismo (lo habían hecho con más virulencia Mario Bunge, y con más matices Noam Chomsky, George Steiner o Umberto Eco, entre otros), pero sus objeciones se tomaron por algunos como un ataque a la izquierda hecha por un «físico prepotente».

Trece [once] años después, Sokal ha vuelto a la carga con una nueva obra titulada: Más allá de las imposturas intelectuales. Ciencia, filosofía y cultura (2008). En esta ocasión se trata de un libro en el que denuncia las consecuencias tan desastrosas que ha supuesto el posmodernismo para el pensamiento progresista y de izquierdas. Esta corriente es caracterizada, como también lo hace Eric Hobsbawm, como uno de los fenómenos intelectuales más reaccionarios del pensamiento contemporáneo.

En Más Allá… se tratan de las graves implicaciones sociales y políticas que ha tenido el abandono, por parte de cierta izquierda académica, de una visión científica del mundo. El núcleo duro de esta posición lo resume Noam Chomsky que considera hiriente que algunos intelectuales, que se autocalifican de izquierdas, priven de la posibilidad del conocimiento científico de lo social como un instrumento de emancipación propagando que «proyecto de los Enciclopedistas» está muerto, y «que hemos de abandonar las "ilusiones" de la ciencia y de la racionalidad. Será un mensaje, señala Chomsky, que hará felices a los poderosos, satisfechos de monopolizar estos instrumentos para su propio uso.»

Sokal se plantea qué importancia puede tener el que se difundan las teorías posmodernas. «Para la ciencia natural, dice Sokal, ninguna, nunca les harán caso. Para las ciencias sociales sí, sus efectos negativos son: una pérdida de tiempo en discutir acerca de necedades, pudiendo emplearse ese valioso tiempo en trabajos más útiles; una confusión que favorece el oscurantismo, al renunciar (debido al relativismo) a una herramienta» que puede ayudar a desmontar los mitos y manipulaciones. El posmodernismo causa un grave perjuicio para las causas de izquierda, por las dos razones: si se pierde el tiempo discutiendo estupideces, el intelectual se aísla en su "torre de marfil" y pierde el contacto con la realidad del mundo y sus problemas; por otra parte, si todo es relativo, si todas las ideas son igual de válidas en su contexto, etc., ¿cómo decir que el racismo o el sexismo están "equivocados"?».

La buena noticia es que se está produciendo una refundación de la «modernidad» después del sarampión relativista. Quizá debemos hacer caso a Mario Bunge cuando responde en una reciente entrevista por el secreto de su longevidad. La receta para llegar a los noventa años es clara: «No leer a los posmodernos, no fumar, no beber alcohol y no hacer demasiado deporte. Mantener ágil el cerebro. Si uno deja de aprender, el cerebro deja de funcionar». Tomo nota.

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