miércoles, 2 de marzo de 2011

¡QUE ARDAN TODAS LAS PATRIAS! (Otra globalización es posible) (I)

¡A LA MIERDA TODO NACIONALISMO!

Para algunos que se definen como «libertarios» (y también, ¿por qué no?, para esos «izquierdistas indefinidos» que se autodenominan independentistas o similar fauna) pero que tienen, lo que ahora denominan, «sensiblidades nacionales», les recomendamos que se aclaren las ideas leyendo este texto del Grupo Anarquizante Stirner sobre este tema. Desde el Blog «ANARQUICEMOS, ANARQUIZAD» nos trasmiten un mensaje verdaderamente antinacionalista, que todo aquel que se considere ácrata ha de tener muy clarito, bajo el título: ¡Que ardan todas las patrias!

Aquí lo hemos partido por partes, y esta es la primera entrega.

(Otra globalización es posible)

«El nacionalismo de los de arriba sirve a los de arriba.
El nacionalismo de los de abajo sirve también a los de arriba.
El nacionalismo, cuando los pobres lo llevan dentro,
no mejora: es un absurdo total.»


BERTOLT BRECHT

INTRODUCCIÓN

¿Qué fue del viejo internacionalismo proletario?

«¡Los obreros no tienen patria!» Ése era el lema que resumía el espíritu de la Primera Internacional Obrera. Lamentablemente desde entonces ha llovido mucho y en la izquierda [1] de hoy día de ese internacionalismo queda bien poco. Y decimos lamentablemente porque buena parte de los errores y las incongruencias de la izquierda y, en último término, de su fracaso se deben a ese olvido de sus principios internacionalistas. El nacionalismo, empezó por introducirse en las filas del marxismo, desde donde progresivamente se dejó de llamar a los trabajadores a la revolución mundial para hablarse de la consolidación de la revolución en un solo país, la URSS, «la patria del obrero» (que ya nunca más sería el apátrida de los tiempos gloriosos de la I Internacional). Más reciente es la penetración de ideas nacionalistas dentro del anarquismo. Éste ha resistido mejor que el marxismo los cantos de sirena del «nacionalismo de izquierdas» pero de un tiempo a esta parte las reivindicaciones identitarias parecen haberse colado como punto fijo en la agenda del Movimiento Libertario sin que nadie sepa cómo. ¿Qué fue de eslóganes apátridas como «Ni fronteras, ni banderas» o «Mi patria, el mundo. Mi familia, la humanidad»?

I

La I Internacional y el internacionalismo obrero primigenio

En la segunda mitad del siglo XIX los obreros que participaban en la I Internacional abrazaron el ideal del internacionalismo proletario para oponerse al nacionalismo burgués pues eran conscientes de que el estado-nación no era más que la expresión política del poder burgués. Los obreros revolucionarios sabían que el nacionalismo dividía a la clase trabajadora y hacía fracasar la Revolución Social, revolución que sería mundial o no sería. Así en el Preámbulo de los Estatutos Provisionales de la AIT de 1864 se afirmaba:

«Que la emancipación del trabajo, no siendo un problema local ni nacional, sino social, abraza a todos los países en los que existe la vida moderna y necesita para su solución de su consumo teórico y práctico.» [2]

De ahí que uno de los primeros teóricos marxistas, Karl Kautsky, llegara a afirmar que el triunfo del socialismo debería desembocar en la creación de una sola nación que usara una sola lengua, si bien mientras ese momento llega lo mejor es que los trabajadores aprendan lenguas universales para fomentar la cooperación y el entendimiento entre ellos. En sus propias palabras,

«Cuando hayamos llegado al punto en que las masas de nuestros estados civilizados puedan dominar una o más lenguas universales además de sus lenguas nativas, esta será la base de la gradual retirada y en último término la completa desaparición de las lenguas de las naciones pequeñas, y de la unión de toda la humanidad civilizada en una lengua y una nacionalidad, tal y como los pueblos de la cuenca oriental del Mediterráneo se unieron en el Helenismo tras Alejandro Magno, y los pueblos de la zona occidental se fundieron en la nacionalidad romana.» [3]

Es en este contexto histórico donde nace el esperanto, que no obedecía simplemente a un intento de crear una lengua universal si no que había además toda una filosofía internacionalista y proletaria detrás (ya sabemos lo unido que ha estado al anarquismo), por algo se le llamó el «latín de los obreros». Por tanto, el ideal internacionalista era sinónimo de mezcla y síntesis de culturas y de cosmopolitismo. Los atavismos, las costumbres ancestrales, los viejos fueros, los particularismos arrastrados desde la época feudal, las lenguas al borde de la extinción, etc. no servían para nada al Movimiento Obrero; de hecho, el mismo Marx llegó a decir que esos pueblos que quieren volver a las antiguas fronteras, lenguas y costumbres eran simple y llanamente reductos de la reacción. Y, curiosamente, cita a los vascos y a su lucha a favor del carlismo. He aquí una cita textual de Karl Marx [aunque atribuido a Marx, en realidad fue de Engels] sacada de su periódico Nueva Gaceta Renana::

«No hay país en Europa que no tenga en alguna esquina una o más de estas ruinas de naciones, los restos de ancestrales pueblos desplazados o conquistados por una nación que más tarde se convertiría en portaestandarte del desarrollo histórico. Estos restos de nacionalidades, aplastadas sin piedad por la historia —como dice Hegel—, todos estos vestigios de naciones se convertirán, y así permanecerán hasta su exterminio o desnacionalización total, en fanáticos partidarios de la contrarrevolución, puesto que su entera existencia es en general una protesta contra la gran revolución histórica. Por ejemplo en Escocia los gaélicos fueron el principal sostén de los Estuardos de 1640 a 1745; en Francia, fueron los bretones el principal apoyo de los Borbones de 1792 a 1800; mientras que en España, los vascos fueron los seguidores de Don Carlos.» [4]

Rosa Luxemburg, por su parte, añadió que el debate sobre el derecho de autodeterminación de los pueblos es un debate que no cabe dentro del Movimiento Obrero ya que no es una cuestión de la que deba preocuparse el socialismo, cuyo objetivo último es la lucha de clases, y que el derecho de autodeterminación es algo que sólo preocupa a la burguesía en su visión del mundo como un conjunto de estados-nación que surgen en el seno de los antiguos estados no nacionales (precapitalistas).

En las filas anarquistas, si exceptuamos los devaneos paneslavos del primer Bakunin, la idea apátrida tuvo igualmente amplio seguimiento. Así, Eliseé Reclus en 1902 se manifestaba de manera análoga a Kautsky:

«En realidad, todas las naciones, incluso las que se tienen por enemigas, constituyen, a pesar de sus jefes y de las supervivencias de odios, una sola nación cuyos progresos locales reaccionan sobre el conjunto y constituyen un progreso general. Los que el “filósofo desconocido” del siglo XVIII llamaba los “hombres de deseo”, es decir, los que quieren el bien y trabajan para realizarlo, son ya muy numerosos y bastante activos y armoniosamente agrupados en una nación moral para que su obra de progreso se sobreponga a los elementos de retroceso y de disociación que producen los odios supervivientes.

»A esa nación nueva, compuesta de individuos libres, independientes los unos de los otros, pero tanto más amantes y solidarios; a esa humanidad en formación hay que dirigirse para la propaganda de todas las ideas que parecen justas y renovadoras. La gran patria se ha ensanchado hasta las antípodas, y como tiene conciencia de sí misma, siente la necesidad de darse una lengua común: no basta que los nuevos conciudadanos se adivinen de un extremo a otro del mundo, es preciso que se comprendan plenamente, pudiendo deducirse en conclusión y con toda certidumbre que el lenguaje deseado verá la luz: todo ideal fuertemente deseado se realiza.» [5]

Pero fue Rudolf Rocker en su obra magna Nacionalismo y cultura quien más insistió en distanciar el anarquismo del nacionalismo al recordar que detrás de toda nación siempre está la idea de Estado:

«La nación es una categoría histórica, que se identifica con la burguesía en su origen, que no se puede imaginar sin el Estado, está anudada a él en todo y a él debe únicamente su existencia. Por eso la esencia de la nación nos será siempre inaccesible si intentamos separarla del Estado y atribuirle una vida propia que nunca ha tenido.» [6]

Más recientemente, el gran pensador libertario latinoamericano Ángel J. Cappelletti, dejó claro en su obra La ideología anarquista que el internacionalismo libertario es básicamente cosmopolita [7]:

«El cosmopolitismo de los antiguos cínicos y estoicos, fundado en la idea de la humanidad como un todo natural y moral, es acogido, a través de ciertos aspectos de la Ilustración, como uno de los componentes esenciales de la filosofía social anarquista.» [8]

Nótese cómo esta versión del «internacionalismo», esencialmente universalista, difiere de la distorsionada versión que dan nuestros «nacionalistas de izquierda», que hablan de una supuesta cooperación entre estados-nación cada uno de ellos con rasgos culturales homogeneizados. Esta concepción espúrea del internacionalismo proletario se ha impuesto en fuentes de información tan populares como Wikipedia sin que, al parecer, prácticamente nadie haya objetado nada al respecto:

«El Internacionalismo es un movimiento político que aboga por una mayor cooperación política y económica entre las naciones para el beneficio mutuo. (...) El internacionalismo presupone el reconocimiento del resto de las naciones como iguales a pesar de, y respetando, todas sus diferencias. El término internacionalismo se usa frecuentemente de forma errónea como sinónimo de cosmopolitismo, término éste que es usado a su vez por los seguidores del internacionalismo para describir el abuso de esta cultura.»

Nótese igualmente la sospechosa ausencia de referencia al concepto de «clase social» en la definición que de él hace la izquierda posmoderna [9].

Pero esta cooperación este estados-nación es puramente «ilusoria» porque la división de la humanidad en naciones es precisamente la raíz de las guerras, habida cuenta de que el patriotismo siempre implica la superioridad de la nación propia sobre la del otro. En palabras del anarquista italo-tunecino Niccolò Converti:

«Cuando el municipio era la patria, teníamos la guerra entre municipios. Ahora que la patria es la nación, tenemos la guerra entre naciones. La patria, pues, es causante de guerras. Y de igual modo que al municipio sucedió la nación, el mundo debe sustituir a las naciones. Cuando todo el mundo sea patria no habrá más guerras.» [10]

Sea como fuere, tras la disolución de la I Internacional el ideal internacionalista empezó a degradarse. Ya a principios del siglo XX había fuertes discusiones entre distintos colectivos socialistas sobre el espinoso tema de la nacionalidad. De ello da cuenta Rosa Luxemburg en su libro La cuestión nacional, en el que denuncia el intento de ciertas burguesías de envolver en una fina capa de socialismo sus reivindicaciones de autodeterminación para pequeñas patrias perdidas en las cuatro esquinas del viejo continente europeo y sus aledaños (en especial, los Balcanes, las Repúblicas Bálticas y el Cáucaso). Como ella indicó muy inteligentemente, en el fondo esos movimientos usaban el socialismo como pretexto para ayudar a conquistar el poder a la burguesía nacionalista de turno, socialismo que no era más que un elemento accesorio en sus programas políticos. Es lo mismo que hacen hoy día los «nacionalismos de izquierda» que se han venido desarrollando en el seno del «estado español» aprovechando el periodo de decadencia que vive actualmente el Movimiento Obrero. Pero además, Luxemburg señaló la entelequia que supone la expresión «derecho a la autodeterminación de los pueblos» dado el carácter esencialmente mestizo de la sociedad moderna. En sus palabras,

«La actual posibilidad de “autodeterminación” para todos los grupos étnicos y de los que de otra manera se podrían definir como nacionalidades es una utopía precisamente por la tendencia del desarrollo histórico de las sociedades contemporáneas. Sin examinar aquellos tiempos remotos en los albores de la historia cuando las nacionalidades de los estados modernos estaban constantemente moviéndose geográficamente de un lado a otro, cuando se juntaban, se fundían, se fragmentaban y se aplastaban unas a otras, el hecho es que todos los antiguos estados sin excepción están, como resultado de una larga historia de avatares étnicos y políticos, extremadamente mezclados con respecto a las nacionalidades.» [11]

Como prueba de la degradación del ideal internacionalista habría que mencionar la actitud de la II Internacional (de la que los anarquistas por suerte para ellos fueron excluidos) donde buena parte de los participantes también combatieron en la I Guerra Mundial, en la que miles de obreros «socialistas» fueron llevados al matadero por sus respectivos líderes nacionales. Incluso el destacado pensador ácrata Piotr Kropotkin mostró su apoyo a la causa aliada en la Gran Guerra. Hay que decir a favor del Movimiento Libertario, no obstante, que otro conocido militante de la causa anárquica, Errico Malatesta, criticó la postura de Kropotkin y que, por otra parte, un sindicato como la IWW norteamericana, tan cercano a lo libertario, promovió con todas sus fuerzas la objeción de conciencia a dicha guerra entre las masas trabajadoras de aquel país, cosa que pagaron muy caro: la represión de la burguesía y el estado norteamericanos casi hizo desaparecer a la organización. La gran carnicería que fue la Primera Guerra Mundial, por tanto, no sólo se debió a la ambición de los líderes políticos y las burguesías de las naciones contendientes sino también a la traición de gran parte de la izquierda a los principios internacionalistas de la I Internacional.


NOTAS:

[1] Para que no haya lugar a dudas, y dado que el significado del término «izquierda» cada vez está más desvirtuado, en este escrito lo usaremos como sinónimo de «socialismo» en todas sus ramas.


[3] Kautsky, Karl: Nationalism And Internationalism citado en Luxemburg, Rosa: The National Question- Selected Writings by Rosa Luxemburg, edited and introduced by the late Horace B. Davis, Monthly Review Press, 1976. Está disponible en Internet en la siguiente URL:
http://www.marxists.org/archive/luxemburg/1909/national-question/index.htm

[4] Citado en Luxemburg, Rosa: The National Question- Selected Writings by Rosa Luxemburg, edited and introduced by the late Horace B. Davis, Monthly Review Press, 1976. Está disponible en Internet en la siguiente URL:
http://www.marxists.org/archive/luxemburg/1909/national-question/index.htm.
Hay que advertir, no obstante, que otros autores marxistas creen que la cita es del mismo Marx, en realidad, era de Engels.

[5] Amor y Rabia, nº 51, enero 1999.

[6] Citado en el panfleto Nacionalismo y Anarquismo del SOV de la CNT de Irún, 1979.

[7] Precisamente un grupo de afinidad ácrata formado en 1910 en Valladolid se llamaba «El Cosmopolita», de lo que informó el Tierra y libertad nº 43 del 28/12/1910.

[8] Cappelletti, Ángel J.: La ideología anarquista, Libros de la Araucaria, Buenos Aires, 2006.

[9] Aquí está nuestra advertencia para quien la quiera oír: los nacionalistas se están adueñado de conceptos básicos del Movimiento Libertario para corromperlos, igual que han hecho los cristianos de base con el concepto de «autogestión».
http://losdeabajoalaizquierda.blogspot.com/2007/04/solidaridad-autogestin.html


[11] V. nota 4.


* Para que no haya equívocos, todos los comentarios a este texto, es preferible que se efectúen en esta dirección:
http://grupostirner.blogspot.com/2011/02/que-ardan-todas-las-patrias.html

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