jueves, 22 de marzo de 2007

Más sobre la Iglesia y el pasado fascista

El otro día viendo un documental de la BBC, Pio XII: El Papa, los judíos y los nazis, Rudolf Vrba, judío eslovaco que se fugó de Auschwitz en 1944, comentaba sobre la persecución sufrida por los judíos durante el régimen cruel del clérigo pro-nazi Jozef Tiso en Eslovaquia:

«Durante las deportaciones (1942-43) se usaba un trato terriblemente inhumano. Por ejemplo, ponían a los niños en esos horribles vagones de deportación, sin agua ni sistema sanitario; pegaban a los ancianos para que subiesen esos vagones, principalmente en la cabeza con porras, para que tirasen el equipaje que aún llevaban con ellos. Así, que fueron a quejarse a uno de los famosos obispos, y el obispo les dijo: "Tras haber crucificado a Jesús, tenéis la arrogancia de venir a quejaros". Esa era la mentalidad.

»Con el régimen criminal de monseñor Tiso, en sus ropas sacerdotales, rodeado por todos sus obispos que predicaban el nazismo en la primera página de sus periódicos, alternando fotos de Hitler y Tiso con Pío XII, quedó claro que posición había tomado el Papa Pio XII. Porque si hubiese dicho que usar su nombre para propaganda clerical-fascista, conducía a la excomunión; se lo hubieran pensado dos veces.»

Este texto es un fiel reflejo del papel pasivo o colaborador que tuvo la jerarquía eclesiástica católica durante los años de la Segunda Guerra Mundial, con algunas excepciones antinazis, la mayor parte del clero europeo fue pro-fascista y muy anticomunista como antisemita, en este caso en Eslovaquia, como también fue en Croacia, Ucrania, Alemania, Hungría, Bélgica o Francia.

En el mismo documental, declara el arzobispo Emanuele Clarizio que el antisemitismo estaba muy arraigado en el seno de la Iglesia, y da gracias a Juan XXIII al abolir el rezo: «Oremos por los pérfidos judíos».

En el libro de David I. Kertzer, Los papas contra los judíos (pág. 27), se dice:

«Pero la eliminación física de los judíos de Europa se produjo como final de un largo camino, un camino que la Iglesia católica contribuyó sobremanera a construir. En muchos de los países donde se desató el Holocausto —Austria, Polonia, Francia e Italia entre otros—, el antisemitismo se había identificado estrechamente con el catolicismo a lo largo de muchas décadas. De hecho, a lo largo del siglo XIX el antisemitismo se había convertido en un aspecto cada vez más importante de la identidad católica.»

Y no sólo los católicos, (pág. 26):

«En su ensayo de 1543, Sobre los judíos y sus mentiras, Lutero calificaba a los judíos de "plaga de sabandijas repugnantes" que buscaban dominar el mundo. Instaba a prender fuego a sus libros, sinagogas, escuelas y casas.»

Y las Iglesias ortodoxas orientales no se quedaban atrás, en Rumania son famosas las persecuciones elaboradas por la fascista Guardia de Hierro de Codreanu. O los pogromos masivos durante la Rusia zarista. El panfleto Los Protocolos de los Sabios de Sión fue invento de la Ojrana zarista, editado por el fanático Serguei Nilus, que luego se hizo místico-religioso.

Y aquí en España, hasta no hace mucho, se solía decir «escupir es cosa de judíos», «que hereje y judío eres». Acordaros de la conspiración mundial judeo-masónica a la que solía recurrir el régimen franquista, sin olvidar a la Iglesia.

En esa España de Franco y de su nacional-catolicismo, donde la Iglesia católica tuvo un importante poder. Aunque a finales del régimen tuvieran sus diferencias debido a los aires renovadores del Concilio Vaticano II (como la figura de los curas obreros), se cumplieron las nuevas normas y formas a causa del voto de obediencia impuesto entre el clero, más que por convicción y autocrítica. Por ejemplo, siguiendo el nuevo modelo pastoral, hubo en el 13 de septiembre de 1971, una Asamblea Conjunta de obispos y clérigos, en el que se aprobó por 137 votos contra 78 un texto para ser incluido entre las conclusiones finales de la asamblea, pero que no se incluyó al no considerarse suficiente la mayoría:

«Si decimos que no hemos pecado, hacemos a Dios mentiroso y su palabra ya no está entre nosotros (1 Jn. 1,10). Así pues, reconocemos humildemente y pedimos perdón porque nosotros no supimos a su tiempo ser verdaderos ministros de reconciliación en el seno de nuestro pueblo, dividido por una guerra entre hermanos.»

2 comentarios:

bonhamled dijo...

Interesantísimo apunte.
Gracias.

Radowitzky dijo...

Saludos Bonhamled, bienvenido a nuestro humilde blog. Espero que te resulte interesante (en general) y que sigas visitándonos.